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sábado, 30 de abril de 2011

Aborigen.

Salvaje que vives en la selva no reprimas tus ganas de dormir en la maleza. El aborigen se deja dormir y mientras cantan las ranas, todo se sosiega y respira. 
Algún día despertará y le contará a los monos sus sueños. Los monstruos del bosque le acechan para oscurecerlo. Esperan justamente que se despierte para atacar, pero una cascada rumorosa aleja toda la maldad que lo rodea y cuando el indio se levanta, encuentra a sus pies una flauta y un libro con 3 secretos para la vida:
1º- Si no sabes, duérmete en la selva.
2º- Cuando abras los ojos agradece a la cascada que te protegiera.
3º- Ahora que ya sabes. Canta, baila, toca y disfruta de tu libertad.

domingo, 24 de abril de 2011

Amapola.


Donde reside el aburrimiento o tiene cobijo la entrega y la lealtad, donde los días son iguales a las noches y las noches no saben de luciernagas y faroles. Allí encontré el tesoro de la pasión. Estaba en el estambre de una amapola ribereña. Yo la había sujetado con los dedos y no le dejaba bailar con el viento.
Estrujé sus aromas, arrimé mis manos dictatoriales (seguras y razonables), pero la pasión no puede tener bozales, bridas, horarios, proyectos certeros, objetivos inamovibles, placer prefijado y partitura. Es el fuego de la improvisación,de la sorpresa, la fuerza de la debilidad y la debilidad de la fuerza. 
Me arrepiento de querer retener la pureza. El agua que no se bebe, no debe mancharse, ni embalsarse. Déjala cantar montañas abajo. Pósala orillas adentro.

miércoles, 20 de abril de 2011

Limonero.

La mañana posó gotas de rocío en el limonero. Frágiles diamantes brillantes bañaban sus ramas y refrescaban la soledad de las hojas. Pensó el limonero que aquellos suspiros húmedos del amanecer eran parte de su alma y que durarían hasta la noche oscura, pero llegó el frío y escarchó las hojas, peró salió el sol y evaporó las gotas... tal vez para siempre.
Muerto de pena casi quebró el árbol sus raices, sin embargo al día siguiente el agua le vistió de nuevo. Lo comprendió entonces, quizás cada día trae gotas nuevas, cada invierno congela los sueños y cada tarde evapora esos suspiros. Vivir está más allá de la escarcha y del rocío, más allá de los limones, de la luz o de la sequía. 
                                    Vivir es el misterio de la sed que algunos llaman amor.  

martes, 12 de abril de 2011

Colibrí y libélula.

El colibrí que busca el néctar perfecto, el que prueba todas las flores, el que no puede hacer nido en ninguna; enamorado de la selva, de lo no correcto, de lo apasionado aldente, de lo que no se puede dominar, del sabor de las estrellas en la boca oscura de la noche. El colibrí se enamoró de la libélula; previsora, medidora de cada aleteo, transparente, rítmica y fiel a los juncos del río.
Buscaron un espacio neutral en el que quererse, pero no existía en la charca. En las salgueras el colibrí se aburría, en la floresta abierta libélula añoraba el agua, en el hayedo parecía que no acababan nunca de encontrarse pues colibrí echaba de menos la luna agazapado tras la fondosidad de las hojas. Probaron en los charcos del camino, pero los carros y los pasos humanos eran muy molestos.
Viendo imposible su amor, se dejaron volar cada uno por su sitio. Lágrimas y distancia. Siglos después, mucho vive el amor (mas allá de una vida) se encontraron en el claro de luna que hay en la laguna junto al robledal. Se besaron nuevamente. Su beso fue tan eterno que el espacio desapareció y el vacío se llenó de sonido de charangas.
                               Los amores verdaderos no buscan espacio correcto, lo crean.