jueves, 10 de marzo de 2011

Hilos invisibles.

                                           
El Payaso-marioneta estaba colgado de hilos, tenía la sonrisa grande y cada dos por tres le forzaban a darse culadas. La Marioneta-payaso hacía la reverencia, daba saltos y soltaba carcajadas, pero la Marioneta-payaso no era feliz. Estaba siempre atada, encadenada y esclavizada por manos invisibles.
Se torno su cara triste y la sonrisa cada vez mas pequeña, minúscula, diminuta... Hasta que se quedo sin ella. La dueña del Payaso-marioneta no entendía la enfermedad de su muñeco y como últimamente  había notado que no se reía ni pizca, lo dejo abandonado en el oscuro desván . Aquellos días de abandono hicieron más apenada a la Marioneta-payaso. Dieron arrugas a su cara de madera. 
Llegó una mañana en la que un niño había subido al cuarto negro. El crío posó sus ojos en el rincón, alargó sus brazos bondadosos y recogío el empolvado títere. Apenas empezara a manejar al Payaso-marioneta, este sintió renacer sus músculos de formica e intentó sonreir, pero no pudo. 
Era claro que jamás podría soltarse de sus hilos, pero cuando se movía la Marioneta-payaso, sabía, desde esa jornada, que tenía la mirada mas bella y que era capaz de hacer felices a los demás.
Primero empezó la sonrisa con torpeza, luego con excesiva rapidez y al final con una naturalidad tan grande...


No importa que a veces nos sintamos tristes, si recordamos que detras de nuestra tristeza ,y quizás gracias a ella, se esconde una sonrisa cariñosa. 
Todos somos la Marioneta-payaso o el Payaso-marioneta, que viene a ser el mismo ser. Todos cuando estamos agobiados nos notamos encadenados, por eso, aunque seamos guiñoles en manos de la suerte, nos salva que podemos entregarnos con amor a nuestra tarea de sonreir y hacer realidad la fantasía.

                                               Si te pido una molecula de aire
                                               y me das el viento,
                                               si un sorbo de agua
                                               y me das la mar,
                                               si un pedazo de tierra
                                               y me das el mundo...
                                               no me equivocaré,
                                               porque de todo
                                               lo que pudieras darme
                                               nada iguala el valor
                                               de tu sonrisa.

                                               ¡Amigo! Traes la felicidad.
                                               Te brotan espigas de trigo
                                                en la cara. Eres el pan
                                                nuestro de cada día.

6 comentarios:

  1. Muchísimas gracias por este canto a la amistad y a la esperanza Manuel!!!

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  2. Manolo, se te nota ese corazón de payaso que te brota en cada letra, en cada sentimiento, en cada gesto que quiere reconfortar a los demás. Un regalo estos textos, abrazos.

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  3. eres increíble... lo dije desde el primer cuento tuyo que leí... y lo seguiré diciendo tras cada letra que veo... increíble... los niños vibran con cada una de tus letras, su alma y su pequeño corazoncito...

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  4. Hola Patricia gracias a ti. Últimamente no tengo tiempo ni voluntad para mucho, pero me siento feliz de ver que visitáis mi rincón. Gracias.
    Maite, Gracias porque llamarme payaso es lo más hermoso que se me puede llamar. Prefiero sentirme aprendiz de payaso.
    Sara, gracias por tu valoración. Espero hacerme vibrar, así podrán vibrar otros con mi sonido.

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  5. Manuel, espero que si pierdes la sonrisa algún ratito sea para disfrutar aún más de recuperarlo.
    Un abrazo de amiga

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  6. Anita. Es normal perder a veces la sonrisa. Sólo quien sabe llorar bien, sabe también reir bien. Es bonito vivir con todos los colores. Sereno y confiando en la belleza de vivir. Gracias por tus comentario.

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